Una de las principales características del hecho social, es que los individuos actúan por repetición, por costumbres heredadas. Por ejemplo, para las sociedades católicas, persignarse al pasar frente a una iglesia es un hábito que, probablemente, nadie nos enseñó. Lo aprendimos porque, de alguna manera, el colectivo nos mostró que ese era el comportamiento correcto, bajo esas circunstancias, y, lo más seguro, es que nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos, lo aprendan de la misma manera. Por otro lado, si nos vamos al oriente del país, veremos que ocurre más o menos lo mismo con la devoción a la Virgen del Valle, cuya adoración ha existido –y seguirá existiendo- por generaciones, incluso en el pueblo más recóndito y con las condiciones más precarias, sin necesidad de que existan escuelas sobre “Cómo adorar a la patrona del oriente”.
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