Esta segunda etapa de la agrupación también dejó una huella significativa para la música venezolana, pero al principio tuvo sus detractores. Encontró una resistencia que básicamente argumentaba, por ejemplo, que la parranda no se debía tocar con tumbadoras, ni bajo, ni piano y mucho menos con trompeta, saxo, trombón y pare de contar. Y así, en su momento, llovieron críticas a varias de esas innovaciones. Sin embargo, la proliferación de este formato, de la instrumentación, la puesta en escena, etc, se hizo indetenible y resultó una fórmula infalible para propagar por todo el territorio nacional y allende sus fronteras, géneros como parrandas, fulías, golpes de tambor, sangueos, guarañas, en fin. Se pudiera decir que lejos de restarle o desvalorizar la creación originaria, le aportó vigor, revitalizó y reimpulsó todo el acervo musical tradicional.
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